Alagoas es un estado diminuto de Brasil, en el noroeste, bañado en parte por el Atlántico. Al norte limita con el también pequeño Pernambuco, escondite preferido para los agentes de la TIA cuando había que probar algún brebaje del profesor Bacterio. 

Eso sí, la punta interior y occidental de Alagoas a su vez hace frontera con uno de los estados grandes y multiétnicos de Brasil: Bahía, tierra de músicos y poetas.
Alagoas se divide en tres provincias o mesorregiones. La del medio se llama Agreste Alagoano, y su principal ciudad es Arapiraca, conocida como “Capital do Fumo”, por ser la mayor productora de tabaco de todo Brasil. En fin, al noroeste de Arapiraca está el municipio de Craibas, eminentemente
rural. Perdón por la “lección” de geografía, pero había que colocar Craibas en el mapa antes de poder hablar del misterio. ¿Por qué Craibas? Pues porque hace unos meses un fenómeno sobrecogió a los vecinos del municipio, un fenómeno que por cierto presenta paralelismos con otros casos que de cuando en vez tienen lugar en el interior del Brasil profundo.

A finales de enero saltaba la noticia en las ediciones locales y regionales de los periódicos   brasileiros”: al menos doce animales habían muerto de forma misteriosa y brutal. La población estaba alarmada ante lo que consideraba ataques de una “extraña criatura” y la imaginación popular ya
asociaba al perfil maligno de chupacabras o incluso de hombres lobo.

Veamos. Sônia Evangelista da Silva, agricultora, le contó a los periodistas que tres de sus cerdos habían sido atacados por la noche. Uno de los animales había sido desangrado por completo y en su pescuezo de distinguían unos orificios inquietantes. De otro de los marranos, Sônia narró estremecida que apenas quedaban las patas. Después de los cerdos serían siete pequeños gatitos las víctimas de la “extraña criatura”. Y a continuación, testigos de la zona hablan de dos ovejas asesinadas por el mismo método. Así las cosas, entre los habitantes cundió la preocupación: un campesino le dice a otros peridistas que, aunque no cree en el “lobisomem”, tras las muertes de los animales no se atrevía a ir solo por la calle. Otro vecino cuenta cómo una noche pudo escuchar en el monte a una especie de animal ululando, sin atreverse a ver qué cosa era aquello. Al día siguiente dijo haber visto huellas grandes, casi de hombre, inquietantes. ¿Verdad o ficción? ¿Broma pesada? ¿Algún loco suelto en Craibas? ¿Animales salvajes? ¿Delirio colectivo? ¿Chupacabras o alien? Es difícil saberlo. Nosotros hemos descubierto esta noticia rastreando la prensa local de Brasil. Es tarea lenta, pero tiene su recompensa. Así, nos hemos encontrado noticias similares en otros puntos de la dispersa geografía brasileña.

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